Entre la ley y la apropiación del patrimonio cultural
En Colombia hay importantes referentes del patrimonio cultural que representan varias épocas, culturas, características y estilos que tienen una importante relevancia en la constitución de la identidad de la sociedad y la región a la que pertenecen, ya que le permite tener una relación directa con su trasegar y construcción a lo largo del tiempo.

Por: José Alberto Montañés
En Colombia hay importantes referentes del patrimonio cultural que representan varias épocas, culturas, características y estilos que tienen una importante relevancia en la constitución de la identidad de la sociedad y la región a la que pertenecen, ya que le permite tener una relación directa con su trasegar y construcción a lo largo del tiempo.
No obstante, este no ha sido ajeno a ataques vandálicos de diferentes indoles, como el sucedido en Bogotá con la catedral primada a causa de manifestaciones del semestre pasado. Esto debe hacer cuestionar sobre cuál es la relación de la sociedad con su patrimonio y la forma en que participa en su protección y apropiación.
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En este sentido a lo largo del S.XX, y lo que llevamos del actual, el estado ha adelantando todo un proceso de protección y difusión del patrimonio cultural, con la realización de leyes como ley 163 de 1959 la cual hace referencia expresa a la defensa y conservación y el decreto 264 de 1963 que la reglamenta. La Ley general de cultura 397 de 1997, modificada por la 1185 de 2008, la cual también establece mecanismos de protección y delimita los diferentes tipos de patrimonio, entre otras leyes, la creación de instituciones como Concultura (hoy ministerio de Cultura) el ICAHN, el Archivo General de la Nación, la creación Políticas Públicas de Cultura y de Protección del patrimonio, los Planes Especiales de Manejo del Patrimonio (PEMP), el Plan Nacional de Recuperación de Centros Históricos (PNRCH), ente otros.
No obstante, es importante entender que la sociedad debe tener una relación directa y activa con el patrimonio cultural que le pertenece, lo cual es indispensable para fortalecer su protección y apropiación, por cuanto no es, bajo ninguna circunstancia, una serie de objetos que residen de manera aislada del mundo en los museos y comprendido solo por cultos e intelectuales que saben de historia. Sino por el contrario, es de todos y se encuentra también en las calles, en los parques, en las casas, las iglesias etc., aun cuando en particular los museos y, porque no, iglesias, deben estar siempre abiertos al público para que exista una mayor cohesión social en torno al patrimonio que les pertenece.
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Es cierto que el estado es responsable de manera prominente de la reglamentación de la protección del patrimonio por medio de las leyes que lo resguardan y las estrategias de prevención para evitar que se deteriore, pero es desde la gestión del patrimonio cultural, que se puede hacer desde el estado, las academias, las empresas privadas o la sociedad civil, desde donde se puede dinamizar su protección, su recuperación, difusión y apropiación con el fin de que sus valores se arraiguen a la sociedad e incluso pueda aportar a las dinámicas económicas que sirvan para su autosustento y de la comunidad a la que pertenece.
En esencia, el patrimonio es de todos, y en este sentido, es nuestra responsabilidad cuidarlo y protegerlo para el disfrute de todos quienes le pertenece, lo visitan y le quieren conocer, así como para que permita seguir siendo un referente y constructo social de cultura y de identidad.